martes, 16 de febrero de 2010

El silencio del bosque.


Mi compañera de ruta no deja de inquirir sobre mi vida mientras caminamos juntos por las sendas del lenguaje amoroso. ¡Quiere saber tantas cosas de mí! Dice que no me conoce, que no sabe nada de mi vida ni de mi historia. Caminamos lentamente, sorteando el atasco e introduciéndonos por el silencio del bosque de Boulogne. Le cuento lo que ella no puede ver. Como la manera en que germinan los brotes de las flores y cómo se van abriendo a la luz del sol. Ella se recrea, escuchando el piar orgiástico de los pájaros y me pide que se los describa para conocerlos mejor, puesto que jamás los vio con sus propios ojos.

Quisiera ser abeja para robar el secreto de la vida a la naturaleza y depositarlo en la cuenca de sus ojos. Es ciega de nacimiento, pero no insensible a la luz ni a los movimientos de la vida.

(Mañana: Almendro en flor)

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