lunes, 22 de febrero de 2010

Los imperdibles inconfundibles de mi amada.

Mi amada tiene los cabellos negros como la noche. Sus ojos abiertos son dos zafiros falsos. Sus labios sonrientes, dos franjas de cielo rosa en una aurora de primavera. Brillan sus dientes cual piezas de marfil y ni se pinta, ni se maquilla, ni lleva pendientes. Sólo dos imperdibles colgados en las orejas que la hacen inconfundible.

Cuando mi amada duerme, se encienden las estrellas en el firmamento. Los astros vigilan su rítmico sueño y su despertar, acompañado de una pereza innata que la aproxima a la gracia natural de los animales, coincide con el momento en que sale el sol. Cierra y abre los ojos de gato lechoso, orientándose más por cualquiera de los otros sentidos que por los de la vista de la que carece. Encoge y estira su cuerpo. Me arrulla, cual paloma al borde de la cama. Y cuando se levanta, el nido que abandona es un mar caliente cuyas olas despiden su aroma y su olor inconfundibles. ¡Qué linda es mi niña con mi beso estampado sobre su frente perezosa!

(Mañana: “Sabor a ella”)

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