miércoles, 24 de febrero de 2010

Intrusiones.

Nuestro bando ha sido retirado. No hubo, por supuesto, oposición alguna. Pero las intrusiones en nuestra vida son últimamente tan frecuentes que estoy pensando en cerrar mi puerta con la llave que todavía guardo en algún lugar de mi desván. Tan provocantes y groseras llegan a ser las invitaciones que nos llegan de fuera, amenazando nuestra intimidad…

“Les damos la enhorabuena por su elección y les ofrecemos un buen anillo que les sirva para toda la vida”, dice una de ellas, dirigida tanto a mí como a mi “futura esposa”.

“Pruebe un buen traje que le hará sentirse otro hombre y enhorabuena por su elección”, reza otro consejo, encabezado a mi nombre. (Ella recibe el mismo, cambiando “buen traje” por “vestido de novia” y “otro hombre” por “otra mujer”).

“Escoja usted unos buenos zapatos que le harán caminar seguro hacia el hogar y enhorabuena por su elección”, insinúa una tercera.

“Usted ha sabido elegir bien, señor. Usted es diferente. Usted tiene clase. Usted es hoy el invitado de honor”, insiste una cuarta que me cae peor que los insultos que antes recibía como meteco.

Mientras tanto, los funcionarios civiles y eclesiásticos y sus satélites siguen monopolizando e institucionalizando todo acto y gesto que salga de las parejas, a las que consideran cédulas básicas de su sociedad.

Mañana: “El beso”.

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