lunes, 21 de junio de 2010

Preguntas sin respuesta.



A menudo me pregunto, sin encontrar respuestas, quiénes eran ellos y qué hacía yo allí. Ignoro cómo se llamaban y cómo era posible que las condiciones de existencia en su planeta, cuya situación y nombre desconozco por completo, fueran tan parecidas a las de la Tierra.

- Nosotros –me explicaron sin palabras– pertenecemos a una civilización más antigua que la tuya. Y deseamos que nos cuentes cómo viven los hombres de la Tierra, cómo reaccionan y cómo piensan.

¿Tendrían razón los seres de las escamas de acero? Ellos me permitieron pasar del Alfa a la Omega en un sueño que, al parecer, duró veinticinco siglos. Y, si no hubieran tenido estas intenciones, yo no hubiera vuelto a la Tierra.

- En tu planeta –me explicaron–, el descubrimiento de nuevos recursos naturales hará creer en un prodigioso progreso, pero, en cuanto éstos se agoten, el progreso se vendrá abajo y los hombres desconfiarán de todo avance científico.

(Mañana: “Ley escrita en el universo”)

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