Mi puerta sigue entreabierta. De vez en cuando, si ella viene conmigo, me pide que la cierre. Acostumbrada a vivir en su casa, bien resguardada de extraños y alejada de peligros inminentes, para ella, cerrar la puerta es un acto instintivo de autodefensa que le permite abrirse a mí. Sólo, conociendo sus temores y respetando sus recelos, accedo a sus deseos.
(Mañana: La despedida)
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